Mi amigo maracucho…


Me llama -menos agresivo que de costumbre: «Mirá, Emeterio, he recibido el documento, ese que vos y Maxim Ross escribieron pa’ responderle a Miguel Ángel Landa».

-Ajá, Bingen ¿y entonces?

-«¿Cómo que entonces, chico? Vos te la dais de inteligente, tenéis que saber por qué te llamo».

-No pana, no sé; no soy adivino ni me las doy de inteligente.

-«Muy sencillo, chico. ¿Por qué no escribís tu columna en un lenguaje tan comprensible como el que usaron con Landa? ¿Por qué tiene uno que calarse esos artículos tuyos tan difíciles?».

-Bueno pana… 

-«Yo no soy ninguna pana, deja de llamarme pana, eso será en El Tigre que se dice así, aquí en Maracaibo es olleta y yo no soy una olleta».

-Bueno, cálmate, no escribo los artículos tan sencillos como esa Carta para Landa, porque una cosa es un escrito divulgativo como ese y otra es repensar el Capitalismo, ¡¡que está clamando por una refacción!!

-«¿Te fijáis? ¿Por qué tienes de emplear esa palabrota, refacción, si puedes decir reparación? Pero, okey, explícame, entonces, qué es Lo Humano en términos sencillitos».

-Bueno, yo tengo un librito que se llama ¿Qué es lo Humano en ti?

-«No, nada que ver con tu librito, que ya me lo he leído tres veces e igual no entiendo nada».

-OK, pana, digo mijo: solo para (heurísticamente) partir de allí, dime qué entiendes tú por Lo Humano.

-«¿Heu… queeé? ¿Te fijáis? Otra vez tus palabrotas. Heurístico, ¡¡que molleja!! te aseguro que el 97% de los que te leen, no sabe su significado. Que pedante. Pero ni se te ocurra explicarme lo de heurístico, dime tan solo qué es Lo Humano. Y si en algo te ayuda (heurísticamente) el que yo te diga como entiendo Lo Humano, es muy fácil: Animal Racional«.

-¿Te fijas? Esa es una definición zonza.

-«Deja de estar llamando zonzo a tuel mundo, que le das argumentos a los que escriben contra ti en Tal Cual«.

-OK, digamos que es una definición inconsistente, porque nosotros no somos «en lo esencial» ni animales ni racionales. Claro que somos animales… por lo que al cuerpo atañe; comemos y defecamos igualito que ellos, pero ¡¡no somos animales!! Porque lo esencial de nosotros es el Espíritu, la posibilidad de imponerle a éste una Ética… Y yo no he visto al primer alacrán obligándose a no clavar su ponzoña. Ellos, los animales, no deciden nada, nosotros sí.

-«Bueno, está bien, me convenciste… por lo que a Animal se refiere; pero por qué dices que tampoco somos racionales, cuando es obvio que lo somos».

-Yo no dije que no seamos racionales, dije que esa no es la condición esencialque nos define. Cualquier computadora, de la generación que sea, es más racional que nosotros, los humanos.

-«Y, entonces ¿qué define a lo Humano?».

-La Ética, pana. Y si aún quieres aferrarte a Lo Animal, seríamos, en todo caso, Animales Morales.

-«Me estáis cobeando, usas las palabras Ética y Moral, según lo que te convenga, como si fueran sinónimas».

-¡¡Son sinónimas!! La única diferencia es que en griego se dice Ethos (Ética) y los latinos la tradujeron por Mores (Moral).

-«Se va a molestar el tipo que te critica en Tal Cual«.

-¡¡A vértica, chico, que se moleste!! Vértica es un vocablo muy zuliano, cuya versión extrema -Reverticación- es la síntesis de lo maracucho.

 

Publicado en El Universal el domingo 15 de septiembre de 2013. 

Yo «debo», pero y si no lo hago, ¿qué?


Tal vez nada ayude a captar mejor los dramáticos rollos y embrollos de la Filosofía (y, de paso, como «por no dejar», a intuir mejor el por qué de su rotundo fracaso) que familiarizarse un poco con la insalvable diferencia -con el abismal farallón- que separa a la Ética de la Lógica. Siendo ésta la forma de ser del Mundo, o sea, de la Naturaleza (incluido el cuerpo humano e incluso la estructura fisiológica y neurológica del cerebro); y siendo aquélla, la Ética, la «Forma de Ser del Espíritu». «Forma de Ser», con tantas comillas como se nos ocurra, para indicar que el Espíritu no tiene, en lo más mínimo, ninguna «Forma de Ser»; que ÉL no es de ninguna manera específica, «razón» por la cual se tornan del todo zonzos nuestros mejores esfuerzos por comprenderlo; motivo por el cual ÉL es infinitamente inescrutable.

Con lo cual, de una vez, completamos el «Bingo»: porque esa es -de manera precisa- la razón por la cual fracasa la Filosofía (estruendosa o silenciosamente ¿qué importa?). Porque de las dos esferas que Sócrates, Platón y Aristóteles pretendieron entender: la Naturaleza, por un lado y el Espíritu, por el otro (esto es, la Lógica, por un lado y la Ética por el otro); aquélla, la de la Naturaleza, le fue arrebatada -a la Filosofía- por la Ciencia, que la entendió muchísimo mejor; en tanto que ésta, la del Espíritu, les resultó absolutamente indesentrañable, tanto a la Filosofía como a la Ciencia.

Una indesentrañabilidad que tiene que ver con la radical diferencia que media entre la Ética o Moral, por un lado y la Lógica o Razón por el otro. Éstas dos últimas (que son exactamente Lo Mismo, porque la única diferencia es que «lógica» se decía en griego y «razón» en latín) referidas al Ser del Mundo y de la Naturaleza, una Forma de Ser Definitiva, Permanente, Estable y, sobre todo, Finita (porque, sin la menor duda, esta mano con la que escribo empieza en la muñeca, termina en la punta de mis dedos… ¡¡y se acabó!!). Y aquéllas, la Moral y la Ética, que también son exactamente Lo Mismo (por piedad, no sigamos repitiendo que son dos cosas distintas, porque la única diferencia entre ellas es, otra vez, que «ética» se decía en griego y «moral» en latín), referidas a la Forma de Ser del Espíritu o sea, referidas ¡¡a absolutamente nada!! Porque -como ya dije- el Espíritu no es de ninguna manera definitiva y mucho menos finita. Porque, sin ninguna duda, exactamente al contrario de mi mano ¡¡mi Espíritu no empieza ni termina en ninguna parte!!

Todo lo cual (y lo que más me interesa enfatizar: la condición inasible o inexpresable de la Ética, su carácter plenamente antitético con cualquier otraForma de Ser, lo que la convierte de manera radical en una Pura Posibilidad de Ser, en la negación de la noción básica de la Filosofía: el Ser); todo lo cual, decíamos, se sintetiza en esa sugestiva frase con la que titulamos este artículo y con la que Ludwig Wittgenstein alude a la Ética: «Yo debo, pero y si no lo hago, ¿qué?». Que es, en mi opinión, una forma muy poderosa -y muy hermosa- de decretar la Muerte de la Filosofía. Porque dicha frase convierte a la Ética (o sea, ¡¡a la disciplina esencial que se ocupa del Espíritu, al componente clave de la Filosofía!!) en una esfera absolutamente indefinida e inasible. ¿Qué me va a pasar si no soy consecuente con mis Valores Éticos? ¿Qué me van a hacer si no cumplo con mis compromisos morales? ¿Iré preso, no iré al cielo, me excomulgarán o tendré que asumir el rechazo y el escarnio de mis conciudadanos? Ante todo lo cual siempre podré responder con ese aberrante ¿y qué?

 

Publicado en El Universal (Venezuela) el domingo 8 de septiembre de 2013.

Ética y Lógica en Wittgenstein


Hace años intenté hablar de Wittgenstein en esta columna y casi me matan. «¿Cómo se te ocurre, si la Filosofía es tan enredada y, encima, Wittgenstein es ilegible? Además, ¿qué le importa a la gente si aquélla fracasó, se murió o quebró? ¿Quién anda preocupándose a estas alturas por Platón, Aristóteles, Kant o Hegel?». Pero ahora, con varios años de por medio y, sobre todo, con el creciente interés de los lectores por la Ética, tal vez quepa rememorar a Wittgenstein.

Un buen punto de abordaje, es la diferencia abismal que este filósofo establece entre la Lógica y la Ética. Aquélla tratada casi despectivamente, casi como una tontería y la Ética vista como algo infinitamente profundo e inaccesible. La Lógica como prosaica y atinente al Mundo y la Ética como algo trascendente que alude al Espíritu, a la Mística, al «Más Allá» de todo lo que podemos entender y, por supuesto, a Dios. Por ambas vías -la despectividad hacia la Lógica y la inaccesibilidad de la Ética- Wittgenstein es clave para reflexionar sobre la indudable ¡¡Quiebra de la Filosofía!! Porque ésta desarrolló sólo la Lógica (que dicho filósofo trata con un menosprecio profundo) y fracasó del todo con la Ética, la esfera esencial en la que se conforma Lo Humano.

Pero dejemos que hable el genio: cito de su Tractatus Lógico-Philosophicus, estructurado en puntos y subpuntos, razón por la cual no indico las páginas. Si va Ud. a tomar el Curso o Taller que hoy -con este artículo- iniciamos, consiga dicho libro, una obra casi ilegible y con un formulero infernal, pero de la cual podemos extraer lo esencial de la Quiebra de la Filosofía… y del resurgimiento de la Mística y la Religión, lo que realmente me interesa.

Dice Wittgenstein: «6.1. Las proposiciones lógicas son tautologías. 6.11. ¡¡No dicen nada!! (Son analíticas). 6.111. Las teorías que presentan una proposición lógica como llena de contenido son siempre falsas… 6.41. El sentido del mundo reside fuera de él… ¡¡en él no hay valor alguno, y si lo hubiera carecería de valor!! Si hay algún valor ha de residir fuera de todo suceder y ser-así. Porque todo suceder y ser-así son casuales. Lo que los hace no-casuales no puede residir en el mundo; porque sería casual a su vez. Ha de residir fuera del mundo. 6.42. ¡¡Por eso tampoco puede haber proposiciones éticas!! 6.421, ¡¡Está claro que la ética no es expresable!! La ética es transcendental. 6.422. Ante una ley ética de la forma «tú debes… «, el primer pensamiento es: ¿y qué, si no lo hago». 

He hecho cambios irrelevantes en el texto; e introducido algunas dobles admiraciones, para ideas demasiado contundentes, increíbles o escandalosas.

Detrás del «Mundo de la Lógica», éste, en el cual vivimos y en el que todo es tautológico, banal ¡¡e intrascendente!! detrás de todo ello se ubican la Ética, el Espíritu y Dios: lo único que le da sentido al Mundo y a la Vida. Porque «la ciencia nos resuelve todos los problemas irrelevantes» (una idea que está en elTractatus, pero que no pude ubicar); los relevantes, los que atañen a la Ética, esos no nos los resuelven ni la Lógica ni la Ciencia. En ese Mundo Místico, es nuestro Espíritu el que dice no «Yo debo pero y si no lo hago ¿qué?» (como sugiere Wittgenstein), sino más bien «Yo debo, porque yo puedo imponerme a mí mismo la Ética». La única forma de asumir contundentemente la Esfera de la Moral: ¡¡Apelar a la infinitud del Espíritu!! Posdata: Abrimos curso o taller, organizado por Cedice. 

Publicado por Emeterio en El Universal (Venezuela) el domingo 1 de septiembre de 2013.

A veces, el Fin sí justifica los Medios


Es la afectuosa batalla campal con los lectores: Una bella mujer se me acerca en el Cineforo sobre De Navíos, Ron y Chocolate, la hermosa película de Malena Roncayolo: «Una de dos, doctor: o usted está escribiendo más sencillo o yo he ido aprendiendo a entender ese lenguaje enrevesado suyo, porque este último artículo, el del Pragmatismo, lo entendí completico». Pero un amigo, empresario maracucho, me llama para armarme un lío; él y algunos panas suyos: «Mirá, Emeterio («mirá» con acento en la a), estamos aquí despotricando de ti, porque no puede ser que tú, una de las mejores mentes que tenemos en la Oposición, un tipo con una gran ‘Capacidad de Convocatoria’, se dedique a hablar de esas cosas enredadas que tú hablas. ¿Por qué no te dedicás a ‘lo tuyo’ chico, o sea, a explicarnos los inmensos rollos de la Economía?».

¿Cómo explicarle que «esas cosas enredadas de las que yo hablo» -la Ética, los Valores, la Responsabilidad Moral de la Empresa, etc.- son infinitamente más importantes que la Economía (con todo el respeto para mis colegas economistas), porque aquellas tienen que ver con el Desarrollo Espiritual de los seres humanos, sin el cual -tal como nos ocurre hoy a los venezolanos, a los del Gobierno y a los de la Oposición-, sin el cual, decía, nada de lo demás, ni la Economía ni la Política ni el Derecho, tienen sentido.

Y, finalmente, un lector nos dice en el mail: «Usted es un tramposo, doctor, nos hace creer que se está acercando a la Religión y, de repente, nos suelta en su artículo pasado, que «El Fin sí justifica los medios» y que esta idea de Maquiavelo es «un hachazo absolutamente incontrovertible que deja claro cuán hipócrita es toda Ética». Yo creo que ni usted mismo se entiende, profesor.

Bueno, estimado amigo, no lo tome tan al pie de la letra, tal vez me excedí con lo de que «toda ética es hipócrita». Lo único que quise fue atentar contra esa manía, muy generalizada -y dogmática hasta más no poder-, de creer que los Principios y Valores Morales son absolutos, inflexibles. Que no son, como en realidad lo son, profundamente relativos. O, tal vez peor, una variante de dicha idea: que los Valores pueden flexibilizarse un poco, pero que los Principios, ellos sí, son Absolutos. Porque si no, caeríamos en un despelote ético… ¡¡Como si no viviéramos en un Despelote Ético!

Con la idea de que «El Fin no justifica los Medios» ocurrió exactamente eso: se la convirtió en un dogma primitivo que le ha hecho un gran daño a la Humanidad. Porque con ella ocurre lo mismo que con todos los Principios y Valores Morales: que ellos son válidos «en general», muy «en general», pero que sólo sabremos si finalmente son válidos o «deben ser» respetados, cuando se nos presenten las circunstancias concretas en las que, ante un Dilema Ético, soy yo -o cada quien-, el que debe decidir si los respeta o no. «Matar es malo», sin duda; o, más explícitamente: yo respeto radicalmente los Principios o Mandamientos Éticos del «No matarás» o «No robarás»; pero si ante la posibilidad de volarle los sesos al «Hijo de su señora madre de vida licenciosa», que amenaza con matarme a mi hija o si ante la necesidad de robar para que ella no se me muera de hambre, si ante cualquiera de esas dos situaciones, yo decidiera que mis Principios y Valores son absolutos y que yo no voy a violarlos de ninguna manera; si yo los respeto, creyendo que eso me convierte en un «Ser Ético» -es decir, si yo dejo que me maten a mi hija o que ésta se me muera de hambre- cualquiera podría pensar que más bien me convierto en un auténtico imbécil. 

Publicado por Emeterio en El Universal (Venezuela) el domingo 25 de agosto de 2013.

¿Es inmoral el Pragmatismo?


Aparte de todos los complejos problemas conceptuales, teóricos y filosóficos que arrastran la Ética y la Moral; aparte, sobre todo, de esa letal desconexión o disociación radical entre Ética y Lógica -o lo que es estrictamente lo mismo, entre Moral y Razón- que David Hume nos «clavó» en el siglo XVIII y que dejó a la Ética, a la Moral ¡¡y a la Filosofía!! «en el aire», sin ningún asidero, a merced del «Vale Todo» ético; y que no fue sino un refuerzo brutal del Principio que Maquiavelo había asomado, 200 años antes: que «El fin justifica los medios», un hachazo absolutamente incontrovertible que dejaba claro cuán hipócrita es toda Ética; aparte de esas cosas tan recomplejas, decíamos, las palabras Ética y Moral plantean -encima- un simpático problema gramatical, lingüístico o terminológico, que no es que sea muy grave, pero hay que abordar.

Nos referimos concretamente al uso de la palabra «ético» como sinónimo de bueno, honesto, piadoso o solidario. Y, en contrapartida, llamar «No-Ético» a todo lo opuesto: egoísta, indigno, impío o mezquino. Y se dice entonces -falazmente- que «Alguien es Ético» para decir que es respetuoso, honesto o bondadoso y que «No es Ético» o «Es No-Ético», para aludir a lo contrario. Y de allí se salta al extremo absurdo según el cual -casi que por definición- el Pragmatismo sería «No-Ético», porque se lo considera, en alguna medida, reñido con la Moral o carente de Valores. Como si fuese posible que alguien, por pragmático que sea (pero en el mínimo uso de sus facultades, por supuesto), pudiese prescindir de asumir posiciones éticas. ¡¡Como si alguien pudiese no tener Valores!! En ese sentido, cabe señalar que todos los humanos (insisto, en un mínimo de sus facultades) son éticos, no porque sean «buenos», sino porque no pueden dejar de asumir posiciones éticas… independientemente de que estas sean honestas o no. ¡¡Porque los antivalores son parte de la Ética, con exactamente los mismos derechos que los Valores!! En otras palabras y para reforzar esa idea que el lenguaje corriente -erróneamente- ha convertido en absurda: ¡¡Tan ético es (o sea, tan está en la Esfera de la Moral) el que actúa digna, respetuosa o bondadosamente como el patán que hace todo lo contrario!!

Simple y sencillamente porque -como ya dijimos- nadie puede prescindir de tener posiciones morales, es decir, de Tener Valores. Porque hasta la másradical indiferencia ante un determinado problema ético, ¡¡es ya -querrámoslo o no- una posición ética!! Podemos aprobar o no un determinado comportamiento moral de alguien, en cuyo caso estaremos explícitamente en el plano de la Ética… pero no porque nos neguemos a explicitar ese juicio podremos evadir dicho plano, no por ello podremos decir que no tenemos una posición moral o, peor, que tenemos una posición «No-Ética» al respecto. Y no solo y no tanto por la viejísima y poderosa noción de que «El que calla otorga» (que sería una expresión demasiado contundente de lo que decimos), sino porque el puro no opinar o no tener posiciones éticas explícitas ante un determinado problema, podría generar cualquier cantidad de consecuencias, que serían atribuibles a dicha abstención; o sea que serían responsabilidad moral del que no asumió explícitamente sus posiciones éticas. Con todo lo cual, resulta evidente que la Ética excede o rebasa con creces la Dimensión de Lo Humano; y que la pretensión de que alguien pudiera tener un comportamiento «No-Ético» (no en el sentido de «Inmoral», sino en el que de verdad es, en el de no tener posiciones éticas) carecería por completo de sentido.

Publicado por Emeterio en El Universal (Venezuela) el domingo 18 de agosto de 2013.

¿Es que de verdad existe la Ética?


Publicado por Emeterio Gómez en El Universal el 11 de agosto de 2013.

Un grupo de jóvenes -aterradoramente jóvenes- que quieren «meterse en política» me piden un Taller de Ética. Y de inmediato uno traza su estrategia: No puedes desilusionarlos… nada de asomar siquiera que la Filosofía quebró, se murió o vive una debacle… nada de eso. Morigera tu lenguaje; y además, no uses ese verbo… huele a viejo. Nada de decirles que lo que nos enseñaron como «Ética» poco tiene que ver con ella y que los Valores no «se tienen» de la misma forma que «se tienen» los codos. Y, por piedad, nada de insinuarles que la Realidad siempre podrá quebrarles sus Valores, por firmes que estos sean. Porque a veces mantenerlos ¡¡puede resultar inmoral… y hasta tonto!! Porque si para salvarle la vida a un hijo tienes que robar, pero tus Valores te lo impiden… ¡¡te veré transido de dolor en el velorio del chamito!! Por favor, nada de hablarles de esas cosas a estos panas. Ya se irán enterando, a medida que la vida los vaya vapuleando. Tiempo tienen para descubrir que la Moral sólo tiene sentido si logramos acceder a Lo Absoluto, es decir, a Dios. ¡¡No creer pasiva o sumisamente en Dios, sino acceder a Él!! Y eso es muchísimo mas fácil decirlo que lograrlo.

¿Cómo transmitirles la Noción de Lo Absoluto, ineludible -repito- para intuir la Ética? Por suerte, uno de ellos, graduado en Teología, asoma una pista: ¡¡Kierkegaard y el Existencialismo!! Lo Estrictamente Humano -el Espíritu- no ES en el mismo sentido que todo lo demás ES, desde los planetas hasta los páncreas. Cualquier cuchillo, morsa o lápiz que se respete tiene un SER, un SER bien definido y permanente; y, además, sin tener que hacer el mas mínimo esfuerzo. Nada que ver con los Humanos cuyo Ser se modifica Existencialmente a cada instante. De tal forma que si quieres mantener tu Condición Espiritual o Moral tienes que esforzarte. Un oso, un árbol o un cenicero, están condenados a ser lo que son; los Humanos no, nosotros no estamos condenados a nada, ni siquiera a la Libertad como creyó el bueno de Sartre. Nuestra Existencia, a cada segundo que pasa, es algo distinto y, en esas condiciones es imposible SER. Sólo un gran esfuerzo puede permitirnos captar nuestra Esfera Moral, que es -sin la menor duda- un Absoluto: Imagen y Semejanza de Dios. ¡¡Algo que a cada instante es distinto, pero que paradójicamente debemos mantener idéntico!!

Porque el Espíritu, no tiene un SER definido y estable; que era lo que Aristóteles tenía en mente cuando acuñó la Idea del Ser. Razón por la cual, la Filosofía Griega, la Moderna ¡¡y la Existencialista!! se estrellan al intentar captar Lo Humano, Lo Espiritual y, finalmente, Lo Ético. Vivimos de instante en instante, ¡¡y a cada instante ya somos otro!! Y, en esas condiciones, ¿cómo mantener mis Valores, si a cada segundo que pasa, «yo» ya no soy «el mismo»? Si, para poder serlo, tendría que paralizar el incontenible fluir de mi Espíritu y cosificarlo, trocarlo en una Cosa, en algo que no cambie ni se transforme; una de las dos formas de serle fiel a mis Valores: una que sería horrenda, por supuesto. La Otra, la que nos obliga a acceder a lo Absoluto (lo único que podría permitirnos mantener nuestros Valores ¡¡e ir cambiándolos al mismo tiempo!!), es llegarle a la Noción de Dios… Un tema que discutiré con los chamos en varios talleres: ¿Cómo es que sólo la Noción de Dios puede permitirnos mantener los Valores, en medio de un cambio espiritual incesante? O, visto al revés: ¿cómo es que si logro mantener mis Valores, ello será un indicio indudable de que alguna conexión con Dios logré?

RAZONES PARA CREER EN DIOS


Cinco razones para creer en Dios (1. La Hiperinfinitud del Universo en el Espacio)

Publicado en El Universal (VEN) el 2 de junio de 2013

Hay dos Nociones de Dios claramente distintas y cuya diferencia conviene enfatizar. Porque basta con que una de ellas sea absolutamente incontrovertible, para que nuestras vidas tengan sentido y, sobre todo, para que nuestro Espíritu pueda encontrar algún asidero. Sentido o asidero que no son nada fáciles de lograr en esta Tragedia Profunda que es Lo Humano.

Una de esas dos Nociones es la de Dios como Creador del Hombre, del Universo y de todo lo que existe. Respecto de ella es perfectamente planteable la posibilidad y aun la más plena libertad de Creer o no. Es (sólo) respecto de esta primera Noción de Dios que puede tener igual sentido el Creer o no, el ser Creyente o Ateo. Y cada uno de los dos bandos -con la misma fuerza- puede juzgar inconsistentes las posiciones del otro. Y cada uno puede reforzar sus convicciones cuanto desee… ¡¡que para eso, precisamente, es el Libre Albedrío!! Pero no es esa la Noción de Dios a la que yo quiero referirme.

La que me interesa es la otra, ¡¡aquella ante la cual no tenemos el más mínimo margen de Libertad!! y que se nos impone de manera indiscutible: Dios como el Misterio Absoluto, radicalmente inescrutable, que rodea nuestra Existencia y en el que ésta se incrusta. Un Misterio quíntuple que -con toda seguridad- ninguna ciencia podrá resolver jamás (dicho esto con una certeza cercana al fanatismo, pero ferozmente ajena a él). Un «Misterio Quíntuple», digo, porque hay cinco razones poderosas, cinco esferas en las que Dios se manifiesta de manera contundente y que nos eliminan la disyuntiva de Creer o no. Cinco Razones que convierten a Dios, no en un Dogma de Fe, ni en una Creencia, sino en una Realidad, una Realidad Incontrovertible ¡¡que está muchoMás Allá de cualquier Ciencia, Lógica o Pensamiento Racional!!

Esas cinco Razones (con un pequeño Crescendo entre ellas en cuanto a la fuerza o la profundidad insondable que cada una tiene), esos Cinco Motivos para creer en Dios, decíamos, son: 1) La Infinitud Absoluta del Universo en el espacio. 2) La Infinitud Absoluta del Universo en el tiempo. 3) La Infinitud Absoluta de cada uno de los Espíritus Individuales. Mas (referida a estas primeras tres Razones) nuestra radical imposibilidad de captar el Sentido Último ni del Universo ni de nuestro Espíritu, por más que todas la Ciencias -las del Cosmos y las de la Psiquis- puedan desarrollarse. «Razón» por la cual hablaremos, más que de Infinitudes Absolutas, de Hiperinfinitudes Radicales. 4) Nuestra indudable posibilidad de Crear el Bien; de imponérnoslo volitivamente a nosotros mismos. Y, 5) la incuestionable capacidad del Espíritu Humano para trascender esas cuatro limitaciones y acceder a la Esfera de lo Absoluto.

La primera de estas Hiperinfinitudes -y la más «sencillita»- es la del Universo en el Espacio. Basta llegarle a esa Hiperinfinitud «Simplona», a esaInacababilidad Material Radical, basta acceder a la certeza de que el Universo no se acaba jamás, que podemos estar viajando en la misma dirección, a una velocidad trillones de veces superior a la de la luz, durante cuatrillones de años, con la certeza infalible de que el Universo ¡¡jamás se nos acabará!! Pero, sobre todo, basta imaginarse la Nada Aterradora que vendrá después, la que se aparecerá ante nosotros, si por fin -mil novecientos quintillones de mileniosmás tarde, repito, a la velocidad de la luz- lográsemos llegar a los confines del Universo; bastaría con ello, con la visión de esa Nada Infernal, decíamos, para empezar a Creer en Dios. Se acabó el artículo con sólo una de las Razones. Continuaremos.

2. Dios y la Hiperinfinitud del Tiempo

Puiblicado por Emeterio Gómez en El Universal (VEN) el 9 de junio de 2013.

En mi artículo anterior, hablando de Dios, asomé la idea de la Hiperinfinitud Espacial del Universo. Intento acuñar la idea de Hiperinfinitud para referirme a las Infinitudes Reales, las que sobrecogen y aterran, no a las Formales, como las de los números… ¡¡que no asustan a nadie!! Los números ciertamente son infinitos, pero eso no le importa a nadie. La Hiperinfinitud Espacial del Universo, en cambio, es esa certeza impresionante de que él no se acabará jamás, que no puede acabarse ¡¡ni podemos pensar siquiera que se acabe!! Porque si se acabara… sin la menor duda seguiría… ¡¡continuaría!! Ese Hiperinfinito aterrador, ese Misterio Absoluto, nos conecta con Dios. Porque Éste, es nuestro único asidero ante esa dolorosa, radical y definitiva incapacidad nuestra para entender ¡¡la inexistencia de Confines en el Cosmos!! Porque aunque dichos confines existieran, el Cosmos, sin la menor duda, iría más allá de ellos. Hagamos juntos el esfuerzo, de aproximarnos a esteMisterio Infinito, porque ello -repito-, ello nos ayudaría a acercarnos a Dios.

¡¡Pero mucho más aterradora que la Hiperinfinitud del Espacio es la del Tiempo!! La certeza absoluta de que -tampoco en él- el Universo empezó, ni terminará jamás. Porque si hubiese empezado en algún momento, podemos estar seguros de que ya, antes, existía; porque si hubiese surgido de una Nada, es obvio que esa Nada ¡¡ya ERA Universo!! Y exactamente lo mismo si pensamos hacia el futuro: igual sobrecoge saber que el Cosmos jamás dejará de existir. Que si en lugar de una Nave Espacial tuviésemos una Nave Temporal, podríamos viajar eternamente hacia el pasado y hacia el futuro, en la Certeza de que nuestro viaje jamás terminará. ¡¡Porque el Cosmos es lo único que jamás empieza ni termina!! Porque subsistiría la pregunta ¿qué había antes o habrá después?, y la respuesta será siempre que «ÉL Mismo». Intentemos imaginar ese Universo eterno, flotando al garete… en otro Universo aún mayor y más eterno. Y pensemos por un instante que Dios no pudo haber creado «Eso» (no pudo haber creado «Algo Así») porque siempre subsistirá la pregunta necia: ¿qué había antes de que Dios lo creará todo? Porque sin duda «Algo» había. ¡¡Porque no podía no haber Nada!! Pero pensemos también que, tal como dijo Wittgenstein: Dios es nuestra única posibilidad de darle algún pequeño sentido a tanta Loquetera.

Pero no es la hora de Wittgenstein sino la de Nietzsche. Repasemos ese demoledor párrafo suyo en el que -a pesar de no haber entendido nada acerca de Dios- hace de Éste la semblanza más profunda que conozcamos; a pesar, repito de su ateísmo zonzo: Dios como la Hiperinfinitud del Tiempo, como ese Misterio que no podemos siquiera imaginar, pero que Nietzsche captó: «En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la Historia Universal: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales perecieron. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso… es el estado en que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existió; cuando de nuevo se acabe todo para él, no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca a ningún más allá». (F. Nietzsche, Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral, Ed. Tecnos, pág. 15).

3. Dios y la Hiperinfinitud del Espíritu

Publicado por Emeterio Gómez en El Universal (VEN) el 16 de junio de 2013.

En mis dos últimos artículos analicé la imposibilidad humana de entender la Infinitud Absoluta -tanto Espacial como Temporal- del Universo; esaInterminabilidad Radical que nuestra mente no puede, ni podrá jamás captar… ¡¡por más que se desarrollen todas las Ciencias y todas las Astrofísicas!! Porque sólo imaginar -no explicar, sino siquiera imaginar- que el Cosmos no empezó nunca ni terminará jamás, ni en el Espacio ni en el Tiempo; sólo eso, nos aterra profundamente (y a quien no le aterre, bien, «chévere», felicitaciones). Que es el marco supremo que sintetiza la más radical carencia de sentido de Lo Humano. Un Sinsentido que sólo la Noción de Dios puede en cierta pequeña medida suavizar; un Dios que, ¡¡al menos en el plano de la Naturaleza!!, sería la expresión aproximada de todas aquellas Hiperinfinitudes.

Pero ellas dos: la Inescrutabilidad del Tiempo y la del Espacio, son apenas nuestro «problema menor», las dos Fuentes «menos infinitas», los dos orígenes mas pequeños de la angustia y de la carencia de sentido de todo; nos falta aún confrontarnos con la más profunda de las Hiperinfinitudes que nos impiden captar lo esencial de nuestro propio Espíritu. Que es mucho más horrenda y aterradora que todo lo horrendo y aterrador que el Universo, el Espacio y el Tiempo pueden ser. Aunque sólo sea porque la Hiperinfinitud Espiritual contiene forzosamente a las otras dos, porque tiene que hacerse cargo de ellas, porque tiene que lidiar con la Hiperinfinitud espacial y temporal del Cosmos. Porque, además, ¡¡nuestro Espíritu tiene que asumir su propia Inescrutabilidad… !! Que es mucho más profunda e impenetrable que todo lo que podamos atribuirle, espacial o temporalmente, al Cosmos.

En lo esencial, porque el Espíritu tiene que vérselas con la Dimensión Moral y,peor aún, ¡¡con la Dimensión Existencial de Lo Humano!! Que son infinitamente más complejas e indescifrables que la de Lo Natural. Porque el Tiempo y el Espacio, que hacen inescrutable al Universo -después de todo y mal que bien- son Esferas de la Naturaleza que, comparada con el Espíritu, ¡¡tampoco asusta demasiado!! Tal como decíamos en nuestro artículo anterior de la infinitud de los números, que por algo se llaman precisamente «naturales». Porque con la Naturaleza sabemos a qué atenernos, porque ella no tiene la menor posibilidad de «ir más allá de sí misma», porque no puede trascenderse en lo más mínimo; «razón» por la cual es objeto de Ciencia (y gracias Dios mío que por fin lo entendí).

¡¡Porque ella -o en ella- no se toman decisiones!! Que es lo que realmente define la complejidad de Lo Humano. El día que un árbol decida desviar una de sus ramas o un toro decida embestir o no, ese día de verdad estaremos fritos, ese día redescubriremos una Inescrutabilidad -y una Noción de Dios- infinitamente más profundas e insondables que todas las que hoy conocemos… o más bien intuimos. Porque ella, la Naturaleza, no puede ser sino lo que ES. Por eso en ese verbo y ese sustantivo (el SER) se centraron Platón y Aristóteles. ¡¡Por eso no pudieron entender absolutamente nada de Lo Humano!! Por eso Platón confesó esa incapacidad al declarar que la Ética, el Bien y todos los Valores se ubicaban Epekeina tes Ousias, «más allá de los conceptos». Por eso el Espíritu Humano es infinitamente más infinito que el Cosmos, porque aquél Toma Decisiones y Crea, en tanto que éste no hace ni lo uno ni lo otro. Por eso el Alma Humana es nuestra mejor aproximación a Dios. Por eso a Ella, a su capacidad de Crear -y a su Hiperinfinitud- les dedicaré varios artículos.

4. Cuarta Razón para creer en Dios

Publicado por Emeterio Gómez en El Universal (VEN) el 28 de julio de 2013.

Habíamos desarrollado, hace algunas semanas, los tres primeros artículos de una secuencia, Cinco Razones para Creer en Dios, que interrumpimos por la presión de temas un poco más urgentes. Retomemos entonces aquella secuencia, reforcemos aquellas primeras tres razones, que a continuación resumimos muy apretadamente: 1) La Hiperinfinitud del Universo en cuanto al Espacio atañe; 2) Ídem, en cuanto al Tiempo atañe; y, finalmente 3) la Hiperinfinitud del Espíritu. La cuarta es la posibilidad cierta de imponerle valores morales a nuestro Espíritu. Porque no es, como tendemos a pensar o como se nos ha hecho creer, que «tenemos» valores, casi de la misma forma que decimos que «tenemos un hígado o una vesícula». Ni es tampoco que esos Valores, desde una instancia externa a nosotros -la Religión, las Iglesias, la Cultura, la Sociedad o la Tradición- se nos imponen. Nuestra Dimensión Ética no «está» en absolutamente ninguna parte, la Creamos nosotros cuando decidimos imponernos esos valores. Tampoco es que «nos nace» respetar a los demás, ser honestos, piadosos o solidarios, como si nosotros fuésemos un terreno fértil en el que «nacen» cosas.

El Espíritu -como Expresión de Dios- es más bien un ente radicalmente misterioso, absolutamente inefable, en el que nosotros podemos Crear y depositar el Bien, la Piedad o la Honestidad. Porque a diferencia del cuerpo, en el que todo está dado, en el Alma no hay de antemano ninguna realidad. Nada más disímil de nuestro Cuerpo que nuestro Espíritu. Nada más ingenuo que creer que nuestros Valores nos vienen «De lo más profundo de nuestro Ser». O que la Ética se ubica en la «Naturaleza más insondable de dicho Ser». En el Cuerpo hay órganos, vísceras, glándulas y lóbulos cerebrales… en el Espíritu, en cambio, no hay absolutamente nada. Él es, única y exclusivamente, «Una Pura Posibilidad de Ser». De allí, dicho sea de paso, uno de los errores más graves y desorientadores, que afectan las raíces más hondas de la Filosofía y de la Civilización Occidental: la pretensión de aplicarle al Espíritu o al Alma, las mismas Categorías, los mismos Conceptos y la misma Lógica que le aplicamos a la comprensión del Cuerpo. Y hablamos entonces del «Ser» Humano, con la misma «Naturalidad» que hablamos del Ser de un alacrán, una selva o un bombillo.

Es la Creencia, tan profunda como lamentable, según la cual el Espíritu tiene una «Manera de Ser» definida ¡¡y cognoscible!! O, peor aún, es la Creencia según la cual es deseable y superior el tener una personalidad definida y predecible… ¡¡para que todo el mundo sepa a qué atenerse con nosotros!! Cuando lo realmente fascinante es que podemos vivir de manera permanente luchando para imponerle a nuestro Espíritu esos sentimientos nobles y hermosos que le dan a la vida un nivel superior. Esa condición maravillosa ¡¡que no tiene absolutamente nada que ver con la Naturaleza!! Que no tiene ningún Ser, sino que puede «ser» -dentro de ciertos límites- lo que se proponga ser. Esa posibilidad de superarnos, de elevar nuestros sentimientos más nobles, de llegar a sentir que de verdad podemos Amar al Prójimo, que este sentimiento no es nada natural, sino que es, precisamente, la manifestación más contunden- te de la Noción de Dios. El descubrir que Éste tampoco es ninguna entidad sobrenatural en la que tengamos que creer a ciegas, o «para poder salvarnos», sino que Él es una realidad tan palpable como una montaña o un camino. Que Dios es, simplemente, la posibilidad de sentirnos Uno con la Hiperinfinitud del Universo, tanto en el espacio como en el tiempo.

5. La quinta razón para creer en Dios

Publicado por Emeterio Gómez en El Universal (VEN) el 4 de agosto de 2013.

Que es, por supuesto, la más importante, la superación de las cuatro anteriores. Las dos primeras: La más absoluta Infinitud del Universo en el Espacio y en el Tiempo; la certeza de que el Cosmos no empieza ni termina nunca, ni espacial ni temporalmente. Que si viajásemos en cualquiera de esas dos dimensiones, a millones de kilómetros por segundo, durante trillones de milenios, ¡¡jamás se nos acabarían ni el Tiempo ni el Espacio!! Que no podemos siquiera imaginar que se nos acaben porque nuestra mente -ante tan aterrador Misterio– es minimita. Con lo cual, en cierta forma, atentamos contra la propia Noción de Dios: Porque si el Universo es así de Hiperinfinito, podemos deducir ¡¡que nunca fue creado!! Que no podemos siquiera especular que alguna vez no existiera. Porque si no estaba Él, algo -con toda seguridad- había en su lugar… y ese «algo», aunque fuese el mas Absoluto Vacío o la Nada más Profunda, era ya el Universo. Porque, de verdad, la posibilidad de su Inexistencia es el límite de nuestras mentecitas.

La tercera Razón es la Hiperinfinitud de nuestro Espíritu, mucho más poderosa que las dos anteriores: Porque ella implica, nada más y nada menos, que la Posibilidad de Crear, ¡¡la posibilidad de Crear a partir de la Nada!! Porque cuando una mujer -o una pareja- optan entre abortar o no, descubren que hagan lo que hagan, crearán un mundo, una vida nueva (o no) y un determinado curso para sus propias vidas; que habría podido ser radicalmente otro. Y la sola idea de Crear, es más maravillosa -o, más aterradora- que toda la Infinitud del Tiempo y del Espacio. Y allí está ya la Cuarta Razón para Creer en Dios: la certeza de que podemos imponernos el Bien, la Bondad, la Piedad y cualquier otro Valor Moral. Pero mucho más aún, la certeza de que podemos imponernos nuestros sentimientos, nuestras pasiones y emociones, que en alguna medida podemos hacerlo y que en todo caso, es un asunto de entrenarse, de lo que los primeros estoicos llamaban la Techne de Sí, la posibilidad de construirse como Ser Humano.

La Quinta Razón para Creer en Dios, como ya dije, es la Síntesis y la Superación de las cuatro anteriores. Es descubrir que somos Entes Absolutos, que no tenemos ninguna Manera de Ser, que no es que nuestros Sentimientos y Valores están o residen en lo más Profundo de Nuestro Ser -como tontamente repetimos- sino que más bien ¡¡no tenemos ningún Ser, que somos una Pura Posibilidad de Ser!! Un Fluir Eterno, como ya sabía Heráclito, hace 2.600 años. Pero, sobre todo ¡¡un fluir eterno que puede influir sobre sí mismo, que puede construirse a sí mismo!! Que tiene, por supuesto, un componente animal, pero que puede imponerse sobre él. ¡¡Que no es fácil, pero es posible!! Que podemos pasar de la Estética a la Ética como la Dimensión suprema de Lo Humano, muy por encima de aquella. Nuestra posibilidad de Crear el Bien, ¡¡que es mucho más noble y hermoso que la Belleza!! Por encima de todo lo cual está nuestra Dimensión Plena, la que nos acerca a Dios: ¡¡la Religión!! Descubrir que puedes hacer del Crecimiento Espiritual un ejercicio permanente.

Es redescubrir finalmente aquellos viejos versos de Antonio Machado (cantados por Serrat), que ponen la idea básica de Lo Humano en el Puro Pasar: «Caminante, no hay camino; se hace camino al andar; al andar se hace camino y al volver la vista atrás, vemos la senda que no volveremos a pisar. Caminante no hay camino, sino estelas en la mar». O este otro bello fragmento: «Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar; pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar».